Hola,


A partir de noviembre de 2020 el blog se ha reubicado en el sitio carlosjdelgado.org donde podrá encontrar actualizaciones y nuevos materiales de texto, audio y video disponibles.

Carlos J. Delgado


domingo, 20 de septiembre de 2020

CUBA COVID-19: PROBLEMAS BIOÉTICOS ¿EMERGENTES O PERSISTENTES? EXPUESTOS POR LA PANDEMIA

Tengo el gusto de compartir el artículo elaborado por el doctor José Ramón Acosta, que como explica en su introducción, hace parte de la Mini serie Covid-19 voces desde América Latina y el Caribe, publicado recientemente en el blog Medical Anthropology at UCL.

Carlos J. Delgado
20 septiembre 2020

 

José Ramón Acosta Sariego. Doctor en Medicina. Especialista de Segundo Grado en Administración y Organización de Salud Pública. Master en Bioética. Investigador  Titular. Profesor Titular de la Universidad de Ciencias Médicas de La Habana. Presidente del Comité de Ética de la Investigación Científica del ICBP. “Victoria de Girón”. Miembro del Comité Internacional de Bioética de la UNESCO. Vice-Presidente de la Red Latinoamericana y del Caribe de Bioética UNESCO. Miembro del Comité Nacional Cubano de Bioética. 

Correspondenciajoseacosta@infomed.sld.cu  joseacostasariego@gmail.com


Introducción

El trabajo, Problemas bioéticos ¿emergentes o persistentes? expuestos por la pandemia COVID-19, que pongo a disposición de los lectores fue originalmente publicado en el blog de la Universidad Central de Londres Medical Anthropology at UCL. Co-existing with Covid-19: Moving into the post-pandemic world with the social sciences. Mini Series: COVID-19 voices from Latin America and the Caribbean, September 2020.

Esta contribución constituye un resumen de las ideas centrales expuestas en un artículo más extenso que saldrá publicado próximamente con el título de Los desafíos bioéticos y biopolíticos develados por la pandemia COVID-19 en la edición correspondiente al Vol. 46, No. 3 de julio-septiembre de 2020 de la Revista Cubana de Salud Pública (actualmente en progreso).

Los prolegómenos de lo que a continuación se expone fueron dos entrevistas realizadas entre abril y mayo pasados; así como mi participación en un evento virtual subregional realizado por la REDBIOÉTICA para América Latina y el Caribe-UNESCO en junio de 2020.

La primera de las entrevistas fue conducida por la profesora Alina Alerm para la revista Medicc Review, que salió bajo el título de Are we witnessing the swan song of neoliberalism?, incluida en la sección Leading Voices on Covid-19 de la edición correspondiente al Vol. 22, No 2 de abril de 2020 de la mencionada publicación. La segunda entrevista fue publicada el pasado 20 de mayo, realizada para Noticias ONU por  la periodista Carla García, quien la tituló La pandemia del coronavirus es la crónica de un evento anunciado.

Como consecuencia de la reunión virtual que sostuvo el Capítulo para Centroamérica y el Caribe de la REDBIOETICA-UNESCO, en este propio blog se publicó una carta que elaboré para concretar mi participación en el evento, dado que por cuestiones técnicas no podía hacerlo on-line. El texto salió bajo el título de Cuba COVID-19: Carta testimonio de un protagonista, que se colgó en este propio blog el pasado mes de julio. 

Las ideas que fueron surgiendo en estas publicaciones anteriores se resumen en el presente trabajo, y para aquellos lectores que se interesen en ellas les sugiero la próxima publicación en la Revista Cubana de Salud Pública, donde podrán acceder a un desarrollo más extenso de las mismas.


El escenario de una catástrofe anunciada

La pandemia COVID-19 ha mostrado en toda su crudeza las falencias, vulnerabilidades, injusticias y desigualdades que aquejan al entramado económico, social, cultural y político contemporáneo. Una vez más ha quedado expuesto que las determinantes de la salud individual y colectiva rebasan con mucho el ámbito de la organización sanitaria, así como ha emergido de manera indubitable el substrato bioético y biopolítico de los estrechos lazos interdependientes de la trama de la vida con la trama social y su influencia decisiva en el curso y desenlace de cualquier problema de salud.

La rápida y letal expansión de la pandemia COVID-19 ha creado una situación catastrófica excepcional. Todavía no se conoce la magnitud de las secuelas que dejará entre las personas afectadas sobrevivientes, así como los inevitables efectos devastadores sobre las condiciones de existencia actual y futura de los grupos más vulnerables en cualquier lugar del centro o la periferia económica mundial donde se encuentren.

Desde la segunda mitad del pasado siglo XX, en la mayor parte del mundo se ha impuesto un modelo capitalista de talante transnacional y de liberalismo financiero distinguido por la preconización del Estado mínimo, y la globalización acelerada de las relaciones financieras, mercantiles y comunicacionales. Tras décadas de recortes presupuestarios y falta de incentivos al desarrollo proporcional y equitativo de los servicios públicos de salud, los progresos alcanzados por las llamadas sociedades de bienestar industrializadas han sufrido un franco retroceso, en particular las acciones dirigidas a la promoción de salud y la prevención de enfermedades, las que desde la perspectiva de una medicina empresarial y gerencialmente regulada resultan no ser costo-eficientes. En los países de la periferia económica donde esos avances sociales nunca ocurrieron, estas políticas excluyentes exacerbaron las profundas desigualdades y vulnerabilidades ya existentes. (ACOSTA 2018)

En la región de América Latina y el Caribe, las políticas neoliberales implantadas por las dictaduras militares durante las décadas de 1970 y 1980 fueron continuadas por las democracias representativas que les sucedieron, y tras la interrupción de la década progresista, han sido reimplantadas dondequiera que la derecha ha recuperado el poder político y restaurado el neoliberalismo, ahondando así profundamente la brecha entre los grupos y clases sociales más y menos favorecidos. (PAIVA; DA CUNHA  2020)

Ese escenario de endebles sistemas públicos de salud, una crisis medioambiental patente, intensa circulación de viajeros, migrantes y mercancías, concentración de los asentamientos humanos, débiles redes de apoyo social, así como poblaciones desprotegidas asediadas por carencias y conflictos de todo tipo, es donde se ha cebado la pandemia COVID-19.

La COVID-19 es el primer evento transmisible de alcance completamente mundial del siglo XXI, es producido por un agente causal hasta ese momento desconocido, poseedor de un alto poder infectivo y una letalidad elevada, particularmente agresivo sobre grupos poblacionales vulnerables como personas mayores, enfermos crónicos y pobres. (SNOWDEN 2020) Esta morbi-mortalidad selectiva se ha hecho patente en la medida que la pandemia avanza entre las comunidades más empobrecidas dentro de las propias sociedades industriales y hacia los países eufemísticamente denominados como emergentes o francamente subdesarrollados.

Desde la óptica neoliberal centrada en el éxito identificado como ganancia material empresarial a toda costa, es dificultoso estructurar políticas públicas ante acontecimientos tales como desastres poderosos de la magnitud de una pandemia, porque necesariamente requieren de cuantiosos recursos que no se revertirán en utilidades, sino en el beneficio social colectivo. De ahí el titubeo doloso de aquellas cúpulas gobernantes que antepusieron la salud de los mercados a la salud de las personas, la vitalidad de la economía, ante le vida de sus semejantes.

Sin embargo, países asiáticos con similar riesgo epidemiológico, y disímiles modelos económico-sociales y políticos como China, Vietnam, Japón o Corea del Sur, han obtenido un éxito relativo en el control de este brote inicial por su determinación para implantar enérgicas medidas de control epidemiológico, coadyuvadas por la proverbial disciplina y acatamiento de la autoridad de su población.

Occidente, con la arrogancia o liviandad propia del paradigma hegemónico que lo embarga de una suerte de inmunidad ficticia, pareció percibir lo que se avecinaba como un fenómeno fundamentalmente asiático, a lo sumo de la envergadura del SARS de 2002, o simplemente tercermundista endémico como el dengue o la malaria.

El Global Health Security Index, un informe publicado en octubre de 2019 por un proyecto conjunto de la Universidad Johns Hopkins, que evaluó la seguridad sanitaria en 195 países, alertó acerca de la falta de preparación para enfrentar una pandemia, incluido Estados Unidos de América que encabezaba el índice con 83,5 sobre 100 de una media mundial de 40. (GLOBAL HEALTH SECURITY INDEX 2019)

No obstante ser ubicado EE.UU. en ese ranking como el país más preparado para asegurar la salud de su población y el que mejor pudiera reaccionar ante una epidemia, en otra proyección publicada por el Institute for Health Metrics and Evaluation, ya en pleno desarrollo de la pandemia, se alertó que a mediados de abril de 2020 sería el momento de mayor presión de la COVID-19 sobre los servicios de salud norteamericanos que los pondría en peligro de colapsar. (INSTITUTE FOR HEALTH METRICS AND EVALUATION 2020) Este fatídico pronóstico se cumplió cuando precisamente en esas fechas el número de fallecidos en ese país superó ampliamente las 3000 víctimas mortales en un sólo día. (JOHNS HOPKINS UNIVERSITY OF MEDICINE CORONAVIRUS RESOURCE CENTER 2020)

Esta ceguera manifiesta e imprevisión supina se explica porque los valores económicos desde la perspectiva del capital transnacional fueron sobreestimados con relación a los valores morales; de ahí los nefastos estragos que ha causado en Estados Unidos y Europa, mientras que en África, América Latina y el Caribe, aún en los primeros días de junio de 2020, la tragedia no ha alcanzado su acmé.


¿Problemas bioéticos emergentes o persistentes?

La pandemia COVID-19 ha catalizado un debate sobre conflictos de valores morales, problemas persistentes y emergentes de nivel micro y macroético que ya existía pero que con este evento mundial han cobrado inusitada intensidad.

La expansión del capitalismo transnacional ha profundizado la actitud nociva e irresponsable de entender el progreso y el desarrollo como una carrera desenfrenada por el bienestar material y las ganancias a toda costa de las élites. Este es un asunto de fondo que explica por qué fueron desoídos los llamados de alerta aportados por los modelos de pronóstico sobre eventos catastróficos inminentes, incluidos los epidémicos, y la advertencia acerca de la incompetencia manifiesta de los servicios de salud para darles frente, así como las débiles o inexistentes redes sociales de apoyo que debían construirse en consecuencia. Estas posturas son representativas de un debate moral mucho más extenso que se resume en la controversia entre el egoísmo individualista y la responsabilidad solidaria.

Con este infausto evento pandémico se ha manifestado la evidente colisión entre las diferentes acepciones del término biopolítica. Entendida, bien como el uso del biopoder que confiere el profundo conocimiento actual de las ciencias de la vida para la manipulación intencionada e interesada de la sociedad en función de las élites dominantes; en contraposición con otra visión radicalmente opuesta acerca de la utilización de ese mismo conocimiento para el empoderamiento ciudadano y el diseño e implementación de políticas públicas saludables.

La COVID-19 ha desgarrado las vestiduras de oropel del capitalismo transnacional y mostrado sus pústulas y costras con el verismo incontestable del desnudo total. Es deplorable presenciar como aliados tradicionales se disputan los recursos para atender sus necesidades ante la pandemia sin respeto por las de los otros. Es significativa la morosidad para poner en práctica mecanismos de enfrentamiento colectivo y multinacional a la COVID-19, aun cuando al ser signatarios de tratados regionales e internacionales estos estados tienen la obligación moral y legal de establecer la cooperación. Incluso en el mejunje politiquero para evadir las responsabilidades en cuanto al errático enfrentamiento a la pandemia y buscar culpables ajenos para las faltas propias, los presidentes de Estados Unidos y Brasil han amenazado con retirarse de la Organización Mundial de la Salud cuyas públicas advertencias estos gobernantes sistemáticamente han desoído.

La protección de los más vulnerables, la obligación moral de compartir riesgos y beneficios en la aplicación del conocimiento y la tecnología, la responsabilidad social con la salud individual y colectiva, así como la cooperación y la solidaridad son principios éticos consagrados por la Declaración Universal de Bioética y Derechos Humanos de la UNESCO, (UNESCO 2005) sobre los cuales ha girado el debate generado por la COVID-19.

Una de las medidas de control epidemiológico que ha demostrado mayor efectividad en la contención de la COVID-19 es el aislamiento físico voluntario u obligatorio. Debe tenerse en cuenta que la libre circulación de personas es un derecho humano internacionalmente reconocido y para algunas sociedades tiene un alto valor simbólico. La virtual paralización de la economía por las medidas de aislamiento ha planteado el conflicto de quienes dependen del trabajo cotidiano para la supervivencia frente a la preservación de su salud individual y familiar. En casos como este, la autonomía personal tiene como límite la posible afectación del bien común, cuyo garante en última instancia es el Estado que tiene la máxima responsabilidad con la salud de su población. Por ese mismo fundamento, el Estado está también en el deber de garantizar las condiciones indispensables para la supervivencia digna de los ciudadanos en condición de aislamiento. Los gobiernos neoliberales han sido incapaces de renunciar a su esencia, y con su tímida respuesta a la atención de las necesidades cotidianas de la infraestructura de la vida humana han coadyuvado a que el aislamiento sea fuente de más sufrimiento e inseguridad y estimulado la ansiedad colectiva por la reapertura económica a despecho de la situación epidemiológica.

El derecho a la libertad de conciencia y expresión hoy es ejercido de manera mucho más pública por medio del soporte tecnológico disponible en las redes sociales. Debido a la situación de aislamiento que guarda una gran cantidad de personas como consecuencia de la pandemia, en particular aquellos que cuentan con accesibilidad a INTERNET, disponen de tiempo suficiente para dedicarlo a interactuar y buscar información ante sus preocupaciones e interrogantes. La información que consumen y propalan cobra especial connotación porque puede ser usada tanto para esclarecer dudas y ofrecer seguridad y confianza, como para propalar noticias no verificadas e incluso fake news que diseminen rumores infundados y provoquen desestabilización social de manera intencionada o no y su influencia negativa en la desmedida o deficitaria percepción de riesgo de gran parte de la población con su consabido alto costo humano.

Las decisiones en cuanto al empleo de recursos escasos como las pruebas diagnósticas, las camas hospitalarias o de servicios de cuidados intensivos, los ventiladores a presión positiva e incluso la manipulación de cadáveres, han traído a debate conflictos que son habituales en la práctica clínica, pero en condiciones de desastres como una pandemia se multiplican exponencialmente en su cantidad y dramatismo. Cada país, región o ciudad tiene características particulares no solo por las condiciones y recursos materiales de que se disponga, sino también debido al sustrato cultural de su población. En consecuencia, se deben establecer protocolos de actuación sustentados en la justicia y la equidad como el mejor antídoto contra la improvisación y la sorpresa. Son absolutamente innecesarias las dantescas imágenes de personas muriendo en plena calle y cadáveres corrompiéndose ante sus seres queridos como consecuencia más del afán de lucro, la imprevisión y la anarquía, que de la falta de recursos.

En aquellos países que no disponen de un sistema de atención primaria de salud de acceso universal, la mayoría de los pacientes recibidos en el nivel secundario arriban en estadios clínicos avanzados de la COVID-19 requeridos de hospitalización. La falta de continuidad e interrelación entre diferentes niveles de atención facilita la mayor frecuencia de formas graves. Esta afluencia incontrolada de pacientes ha provocado la saturación de los servicios hasta incluso su colapso, en particular de las unidades de cuidados intensivos. Ante tal contingencia, el personal médico de estos servicios altamente especializados se ha visto abocado a conflictos de valores morales relativos a la elección de empleo de recursos entre pacientes con similares urgencias sobre la base de razonamientos técnicos y éticos. 

Estos criterios deben estar inspirados en el respeto a la dignidad humana, la solidaridad, la justicia, la equidad hacia los más vulnerables, así como la responsabilidad hacia el cuidado de la salud individual y colectiva. Resulta moralmente inaceptable la discriminación negativa por determinados factores aislados como la edad, la comorbilidad o la discapacidad. (OBSERVATORIO DE BIOÉTICA Y DERECHO 2020; RUEDA ET AL 2020)

En una primera etapa de la pandemia, cuando aún los recursos son suficientes con relación al número de pacientes, es posible utilizar criterios neutros de elegibilidad (como el momento de acceso del paciente al servicio). Pero en etapas posteriores, cuando la cantidad de pacientes pudiera exceder la capacidad de respuesta disponible, se requiere de una evaluación integral de cada caso que permita ponderar los dos enfoques éticos fundamentales que están en juego, a saber, el deontológico (sustentado en los deberes morales que deben ser cumplimentados) y el utilitarista (inclinado a los mejores resultados).

La experiencia de la estrategia cubana en el enfrentamiento de la COVID-19, sustentada en la ciencia y la participación intersectorial, ha demostrado que cuando hay una red coherente de protección a la población y un subsistema de atención primaria de salud poderoso e integrado al resto de los subsistemas, es posible resistir a la pandemia en mejores condiciones, lograr que una menor cantidad de pacientes alcancen estados críticos o graves, evitar así la saturación de los servicios de mayor complejidad y poder aplicar sin premura protocolos de tratamiento por etapas científicamente fundamentadas. (MINISTERIO DE SALUD PÚBLICA 2020)

Otro debate reanimado por la COVID-19 ha sido el relativo al conflicto entre la ética del deber del profesional de la salud de atender a los enfermos a riesgo de su propia seguridad y la racionalidad utilitarista de la autoconservación ante una situación de desbordamiento de la capacidad de respuesta de la organización sanitaria a una catástrofe. Abrazar una profesión sanitaria implica una gran responsabilidad social y también un constante riesgo epidemiológico superior al que tiene el resto de la población. Pero los Estados y sus instituciones tienen a su vez la responsabilidad de proveer a los trabajadores sanitarios de los medios de protección indispensables de acuerdo con el nivel de riesgo de la actividad específica que estén realizando.

En el contexto de las muchas historias de vida que nos deja esta pandemia, resalta la sufrida por los pasajeros del crucero MS Braemar. En su odisea por el Caribe, este navío fue sistemáticamente rechazado por países donde anteriormente había atracado, incluso el de su propia bandera, porque varios de sus pasajeros fueron detectados positivos al SARS-CoV-2, el agente causal de la COVID-19. Esta negativa a prestarles ayuda llevó a sus ocupantes a una situación límite, hasta que el gobierno de Cuba aceptó asumir la operación de evacuación aérea de pasajeros y tripulantes bajo estrictas normas de seguridad. Las necesarias medidas de aislamiento y vigilancia epidemiológica en ningún caso niegan la cooperación y la solidaridad ejercidas con responsabilidad. El feliz regreso de los evacuados a su país y la ulterior alta del aislamiento preventivo de los 43 funcionarios y trabajadores cubanos que participaron en la operación sin que ninguno se hubiera contaminado, demostró que el humanismo no está en contradicción con las medidas de vigilancia y control epidemiológico, cuando estas se ejercen con profesionalismo y responsabilidad.

Hasta el momento no existe tratamiento curativo, ni protección específica contra el SARS-CoV-2. Independientemente del interés mundial porque se obtengan resultados al más breve tiempo, esto no es óbice para que se sigan todos los pasos estipulados garantes de la seguridad y efectividad de candidatos vacunales, medicamentos o esquemas de tratamiento. Recientemente la Organización Mundial de la Salud emitió unos “Parámetros éticos para realizar estudios de reto en humanos para la COVID-19”. (WHO WORKING GROUP FOR GUIDANCE ON HUMAN CHALLENGE STUDIES IN COVID-19 2020), donde se admite la posibilidad de llevar a cabo estudios de infección controlada de SARS-CoV-2 con el objetivo de validar candidatos vacunales. Esto ha reanimado una enconada polémica que ya se sostenía en el contexto internacional, ahora incrementada por la evidente premura de resolver la amenaza que constituye la actual pandemia. (DOROSHOW, PODOLSKY, BARR 2020; LONDON, KIMMELMAN 2020) 

Es cierto que las personas supuestamente sanas que se incluyan en estudios de reto para candidatos vacunales contra el SARS-CoV-2, correrán riesgos más allá del mínimo habitualmente aceptable. Incluso asumiendo que se usaran cepas atenuadas, si estos voluntarios sanos desarrollaran cuadros graves de la enfermedad, aún no se cuenta con un tratamiento curativo específico y se desconoce también las probables secuelas que puedan padecer aquellas personas aquejadas tanto de formas clínicas como asintomáticas de la infección.

En una situación como la que confronta la comunidad internacional con motivo de la COVID-19, los estudios de reto se justifican porque, siempre que se respeten los pasos establecidos para los ensayos clínicos, podrían aportar resultados a menor plazo y con menor costo humano. Pero deben realizarse bajo estrictos requisitos éticos vigilados por los Comités de Ética de la Investigación que evalúen y den seguimiento a estos proyectos. Independientemente de los requerimientos exigidos a cualquier investigación clínica, como elementos fundamentales del correcto diseño de los protocolos es necesario hacer énfasis en:

  • La inclusión de la menor cantidad posible de voluntarios sanos. 
  • En su selección debe ser excluyente la constatación de cualquier tipo de vulnerabilidad social que pueda impulsar la solicitud de participación.
  • Cumplir los requisitos de transparencia y de registro público internacional de ensayos clínicos. 
  • El proceso de consentimiento informado debe ser explícito y verificable externamente. 
  • Los sujetos de investigación, una vez inoculados deben ser aislados en una unidad donde se les pueda brindar el mejor protocolo de tratamiento EXISTENTE de eventuales complicaciones, y posteriormente pasar a un régimen controlado donde le esté garantizado el acceso rápido al servicio especializado en caso de reacciones adversas tardías. 
  • Debe establecerse un seguro de salud que garantice la atención ante posibles eventos adversos o secuelas demostrables como consecuencia del estudio. 
  • La cuantía y carácter de la compensación económica a los voluntarios sanos debe estar en concordancia con las pérdidas que sufriría el sujeto por el hecho de someterse a la investigación y nunca un estímulo desmedido. 
  • Los estudios que se realicen con auspicio y financiamiento de la OMS no pueden aspirar a patentes restrictivas que conviertan un posible beneficio humano en una fuente de lucro y ganancias desmedidas.

 

¿Qué sucederá el día después?

No obstante su saldo de sufrimiento y muerte, la COVID-19 ha traído consigo también algunos aspectos positivos como nuevas formas de relacionamiento social en condiciones de aislamiento, expresiones artísticas y comunicacionales novedosas, ocupaciones laborales diferenciadas, actividades docentes a distancia en todos los niveles de enseñanza, prácticas comerciales solidarias, atención comunitaria a las personas más vulnerables, gobierno electrónico, acciones de salud como el pesquisaje proactivo en la atención primaria, entre otras.

Líderes políticos, científicos, intelectuales, artistas y comunicadores sociales insistentemente declaran que el mundo no será igual después de esta pandemia. Lo que pocos se atreven a vaticinar es en qué sentido el mundo será diferente. (YONG 2020)

La humanidad tiene ante sí una disyuntiva que la COVID-19 ha mostrado con toda claridad, una alternativa constituye el tránsito hacia un mundo responsable y solidario, más centrado en el bienestar humano y menos pendiente de las cifras de los mercados, más proclive a la cooperación y menos propenso a la confrontación; o por el contrario seguir un derrotero opuesto hacia el recrudecimiento del autoritarismo, la rapiña y el unilateralismo.

La COVID-19 ha marcado un punto de inflexión que está propiciando una profunda reflexión sobre el destino de la humanidad, corresponde que como resultado de estas apremiantes realidades, las actuales generaciones se inclinen por legar a las futuras un mundo mejor, que sin dudas es posible si se alcanza el consenso para lograrlo.

 José Ramón Acosta Sariego

20 septiembre 2020


Referencias

ACOSTA J. R. 2018. Bioética y biopolítica en tiempos del capitalismo transnacional. [Internet] Revista Redbioética/UNESCO 9;1(17):11-24 [Fecha de acceso: 14-06-19] Disponible en: http://revista.redbioeticaunesco.org

PAIVA W, DA CUNHA T. 2020. Mistanásia em Tempos de Pandemia de COVID-19: Reflexões Inciais a partir da Bioética Global. En: Luciana Dadalto. (Org.). Bioética e COVID-19. 1ed. Indaiatuaba: Editora FOCO, (ebook).

SNOWDEN F. 2020. Las epidemias son como para mirarse al espejo de la humanidad y puedo decir que no todo es bello. [Internet]. La Nación; Mar 29. [Fecha de acceso: 20-05-20] Disponible en: https://www.lanacion.com.ar/el-mundo/frank-snowden-las-epidemias-son-como-mirarse-al-espejo-de-la-humanidad-y-puedo-decir-que-no-todo-es-bello-nid2348455. Spanish.

GLOBAL HEALTH SECURITY INDEX 2019. (GHS INDEX) [Internet]. Baltimore: John Hopkins University [Fecha de acceso: 20-05-20] Disponible en: https://www.ghsindex.org/

INSTITUTE FOR HEALTH METRICS AND EVALUATION (IHME) 2020. COVID-19 resources.  [Internet]. Updated at April 1 [Fecha de acceso: 03-04-20] Seattle. Disponible en: http://www.healthdata.org/covid

JOHNS HOPKINS UNIVERSITY OF MEDICINE CORONAVIRUS RESOURCE CENTER 2020. [Internet].Critical Trends [Fecha de acceso: 17-04-20] Disponible en: http://coronavirus.jhu.edu

UNESCO 2005. Declaración Universal de Bioética y Derechos Humanos, París.

OBSERVATORIO DE BIOÉTICA Y DERECHO 2020. Recomendaciones para la toma de decisiones éticas sobre el acceso de pacientes a unidades de cuidados especiales en situaciones de pandemia. [Internet].  Buenos Aires [Fecha de acceso: 13-05-20] Disponible en: http://www.bioeticayderecho.ub.edu/es/el-obd-presenta-sus-recomendaciones-para-la-tomade-decisiones-eticas-sobre-el-acceso-de-pacientes.

RUEDA E, CABALLERO A, BERNAL D, TORREGROSA L, SUÁREZ E. M. GEMPELER F. E, BADOUI N. 2020. Pautas éticas para la asignación de recursos sanitarios escasos en el marco de la pandemia por COVID-19 en Colombia. [Internet]. Rev. Colomb. Cir. 35:281-9/Especial COVID-19. [Fecha de acceso: 13-05-20] Disponible en: https://doi.org/10.30944/20117582.653

MINISTERIO DE SALUD PÚBLICA 2020. Protocolo de actuación nacional para la COVID-19. Versión 1.4. (Versión provisional para uso del personal de salud que labora en el enfrentamiento de estos casos). La Habana

WHO WORKING GROUP FOR GUIDANCE ON HUMAN CHALLENGE STUDIES IN COVID-19. 2020. Key criteria for the ethical acceptability of COVID-19 human challenge studies. [Internet] World Health Organization [Fecha de acceso: 20-05-20] Disponible en: WHO/2019-nCoV/Ethics_criteria/2020.1

DOROSHOW D, PODOLSKY S, BARR J. 2020. Biomedical Research in Times of Emergency: Lessons From History [Internet] Annals of Internal Medicine. May 7 [Fecha de acceso: 13-05-20] Disponible en: https://doi.org/10.7326/M20-2076

LONDON A. J, KIMMELMAN J. 2020.  Against pandemic research exceptionalism. [Internet]. Science April [Fecha de acceso: 13-05-20] 368 (6490): 476-477. Disponible en: http://science.sciencemag.org/content/368/6490/476

YONG E. 2020. How the Pandemic Will End. [Internet]. The Atlantic; Mar 25. [Fecha de acceso: 13-05-20] Disponible en: https://www.theatlantic.com/health/archive/2020/03/how-will-coronavirus-end/608719/






viernes, 11 de septiembre de 2020

CUBA COVID-19: VALORES REVELADOS

 

El texto que les presento en el día de hoy terminó de escribirse el 11 de junio de 2020. En él se intenta un balance de la atención en Cuba a la pandemia COVID-19 entre marzo y junio, mes que marca a mi juicio el final de la primera etapa en que fue controlado el primer brote. Tras un largo proceso de reducción y traducción una versión breve de este texto se publicó hace unos días en idioma inglés por el prestigioso blog arbitrado Medical Anthropology at UCL como parte de la serie “COVID-19 voces desde América Latina”. La coordinación de esta serie estuvo a cargo de Rebecca Irons y Abril Saldaña. Esta última, tuvo a su cargo la introducción a la serie.

Esta es una versión ampliada del artículo publicado en inglés, y se acompaña de una breve nota final de actualización.

Carlos J. Delgado

11 septiembre 2020




La pandemia COVID-19 ha retado las sociedades en todo el planeta. Es un suceso único en la historia, que estremece los cimientos de la sociedad global, tensa la economía y la política, y pone en tela de juicio creencias de todo tipo, científicas, económicas, políticas y sociales. En palabras del filósofo francés Edgar Morin en su conferencia “Caminos para el futuro del mundo post covid-19”, se presenta como una “crisis de la vida”, acompañada de incertidumbres, y de la necesidad de cambiar, sin que se tenga, ante la urgencia, plena certeza de qué cambios y en qué dirección emprenderlos. Para comprender las opciones de los diferentes países es necesario considerar la problemática en el tiempo, su pasado inmediato, presente y futuro.

Las sociedades subdesarrolladas, y dentro de ellas los países insulares afrontan retos específicos. El virus y la enfermedad desde un punto de vista biológico se presentan con forma relativamente estable, pero cada sociedad es diferente. A la vulnerabilidad humana presente en todas partes, hay que sumar la vulnerabilidad social específica que incide directamente en las acciones y los derroteros posibles a emprender en cada contexto. Las acciones humanas tienen siempre un trasfondo de intereses y valores que las impulsan. Aunque los valores pueden enunciarse y declararse en discursos, se revelan por si mismos en las decisiones y las acciones. Desde el punto de vista ético, es importante prestar atención a qué valores se revelan en las decisiones y acciones que se adoptan en una sociedad que tiene ante sí un fenómeno global con riesgo real para la vida de cada persona como la pandemia.

Cuba es un Estado insular, pequeño, ubicado en un archipiélago del Caribe, que contrasta por sus indicadores económicos y sociales, avances educativos y científicos, las controversias políticas que despierta y sus bellezas naturales. Estas últimas, como el país, tras un rostro estable y atractivo, muestran igualmente los contrastes de extremos climáticos que desafían su agricultura con la alternancia de períodos secos y lluviosos, humedad y altas temperaturas que favorecen plagas, temporada de huracanes y enfermedades tropicales. Aunque es un país ubicado en el trópico y económicamente pobre, su población no muere por el azote de enfermedades tropicales, entre las causas de muerte se sitúan enfermedades cardiovasculares y el cáncer, y una parte significativa de la población se ve afectada por obesidad y la diabetes. Su realidad social no es menos ambivalente cuando integra altos niveles de instrucción pública y educación general, la formación de científicos y profesionales con elevada calificación en diversos campos, y vulnerabilidades derivadas de su sistema económico, bajos ingresos, costumbres y estructura social. A su realidad se añade un amplio reconocimiento internacional como nación independiente y colaborativa, y el bloqueo económico norteamericano, vieja joya de la guerra fría, que priva al país del acceso a las fuentes de financiamiento internacional. Este último ha cobrado con la administración norteamericana actual, formas extremas de persecución económica, política y financiera. Estuvo presente antes de la pandemia, pese a los llamados internacionales se hizo presente durante la pandemia, y a no dudarlo, estará presente en los escenarios post pandemia. (Marrón) Es una circunstancia de guerra económica que permea todo lo que ocurre en el país, y afecta directamente la vida cotidiana de cada uno de sus ciudadanos: una población mestiza, cultural y espiritualmente sincrética.

El primer caso de COVID-19 se reportó en Cuba el 11 de marzo de 2020. Desde entonces se confirmaron con la enfermedad 2219 pacientes, se recuperaron con alta médica 1893, fallecieron 84, se encuentran activos 240 hospitalizados, y otros 516 casos sospechosos se encuentran en aislamiento como parte de la vigilancia epidemiológica. (MINSAPPasados exactamente tres meses, las autoridades anuncian la inminente limitación de las restricciones y la vuelta por etapas a la normalidad. (Martínez

Entre el 11 de marzo y el 11 de junio además de la contingencia nacional, se atendió la situación de emergencia del crucero MS Braemar (Deutsche Welle, Stone), y especialistas cubanos viajaron a brindar servicios médicos y asesoría vinculada a la COVID-19 a 26 países (12 del Caribe, 5 de América Latina, 5 de África, y 4 de Europa y medio oriente) (Argaillot). Los centros de investigación científica y la industria médico farmacéutica nacional pusieron a disposición de la salud pública medicamentos resultantes de descubrimientos de la ciencia nacional, un nuevo test diagnóstico, probaron la efectividad de medicamentos antivirales utilizados previamente en otras enfermedades, se garantizaron instalaciones de salud suficientes para atender a los pacientes, se reacomodaron instalaciones para acoger a personas sospechosas de haber contraído el virus, y se mantuvieron otras en riesgo en vigilancia en sus hogares. (Prensa Latina, Progreso Semanal, Yaffe) Se implementaron varios protocolos de investigación, y acciones de intervención terapéutica y social, como la creación de un grupo de trabajo interinstitucional presidido por el Ministerio de Salud Pública para dirigir la respuesta ante la COVID-19 desde el 28 de enero de 2020, la definición de etapas para caracterizar la pandemia y las medidas tipo a adoptar, la definición de un protocolo de actuación nacional para la COVID-19. Este último asumió con modestia la incertidumbre científica ante la nueva enfermedad, y se ha mantenido en revisión, a la vez que declara con firmeza y claridad su propósito de contribuir a la “prevención, control, al mejor manejo de los casos, así como a la protección de los trabajadores de la salud y de la población” (MINSAP, p. 4). Se estableció un modo de actuación modesto y previsor ante las incertidumbres, y firme en sus bases cognoscitivas, la colaboración y la responsabilidad.

A su vez, las medidas implementadas significaron una adecuación nacional del sistema productivo, el comercio, las actividades sociales, de la economía, la educación y la sociedad en su conjunto.

¿Cómo es posible que en el transcurso de tres meses se evitara la elevación súbita del número de casos, el colapso del sistema de salud pública, la elevación permanente del número de muertes, se revirtiera la tendencia ascendente de contagios, y se lograse una curva epidemiológica dentro de los límites de los mejores pronósticos? Aunque es temprano para elaborar conclusiones definitivas, ¿qué nos revela un análisis bioético de lo acontecido?

Tras la madeja de acontecimientos se pueden distinguir tres componentes a tomar en consideración: los antecedentes que integran el sistema de salud cubano y su vínculo con la ciencia nacional, la diversidad de actores que se involucraron en el proceso, y la estrategia de integración y colaboración científica y ciudadana desplegada desde el gobierno. Diferentes por su forma y alcance, tras esta urdimbre se manifestaron valores fundamentales. De la colaboración y ayuda mutua, la confianza en los conocimientos científicos y los profesionales, las incertidumbres asociadas a la vida económica y la enfermedad emergieron valores como la atención y cuidado a los pacientes, el humanismo, la solidaridad -que significa en Cuba ofrecer lo que se tiene, no lo que sobra-, la precaución y la responsabilidad. A su vez, los puntos críticos han expresado también de manera bastante nítida el detrimento de algunos de esos valores. Lo enunciado está lejos de incluir todos los valores y factores involucrados, a los que hay que unir fenómenos tales como el reconocimiento social de que gozan en Cuba la ciencia, la investigación y el ejercicio profesional, la medicina y otros campos, así como la expresión, con fuerza propia, de confianza en el sistema de salud y las posibilidades de superar la adversidad mediante el esfuerzo compartido.

El sistema de salud cubano tiene una de sus fuentes en la tradición humanista que emana del pensamiento martiano, quien en 1889 ya había vinculado las problemáticas de la salud, la naturaleza y la educación en la metáfora que afirma “La verdadera medicina no es la que cura, sino la que precave” (Martí, 1991, p. 298). Se expresa a través de ella el ideal ético y político de raigambre humanista con vocación de cuidado y servicio, perspectiva ambiental y social que inspira la actuación de los profesionales y el sistema de salud. Ese humanismo permea la tradición médica cubana, y se tradujo en el sistema de salud pública emergente de la revolución social de 1959 en una concepción que toma juntas, sin menospreciar ninguna, la prevención, la atención y el cuidado. Como parte del proceso político se reconocieron constitucionalmente la salud y la protección de la vida como bienes públicos, derechos humanos inalienables, y al Estado la obligación de proteger, coadyuvar, y garantizar los marcos para que sea realizable el derecho, así como a los ciudadanos el deber de contribuir a ello. (Constitución, artículos 46, 69, 72, 90 inciso i) El sistema de formación de profesionales de la salud hace parte de la misma filosofía, a lo que se añade un cambio impulsado desde la política con el liderazgo personal de Fidel Castro a mediados de los años ochenta, cuando se consideró estratégico el sector de las biotecnologías, el desarrollo de los polos científicos y la industria médico farmacéutica, orientados a la satisfacción de las necesidades de la salud pública en Cuba y el mundo.

A la tradición humanista, el pensamiento martiano, y el desarrollo de la investigación científica vinculada a la producción de medicamentos es necesario añadir al menos un elemento más, presente desde la década del sesenta del siglo XX en Cuba: una proyección internacional orientada a la cooperación, que ha incluido la presencia de especialistas cubanos en catástrofes naturales y emergencias médicas en diversos confines del planeta, la formación de especialistas de numerosas naciones en las universidades médicas cubanas, entre las que sobresale la Escuela Latinoamericana de Medicina. A ello se añade la extensión de servicios de cooperación ante necesidades de cobertura y otras expresadas por diferentes naciones. La emergencia de la pandemia COVID-19 encontró a Cuba como un país donde la cooperación y el tendido de puentes entre naciones no era una novedad, y se contaba con especialistas de alto nivel y experiencia certificada, para atender situaciones de emergencia.

Desde el punto de vista social, la pandemia encontró en Cuba una diversidad de actores que es necesario considerar. Entre los polos teóricos que identifican los conceptos de sociedad civil y Estado, y el sistema de partido único, la sociedad cubana actual muestra una compleja red de actores, que incluye al Estado, el partido comunista, las estructuras del poder público, actores económicos estatales y no estatales, una complejidad demográfica caracterizada por el envejecimiento poblacional, y una creciente heterogeneidad. Cada persona está vinculada de mil maneras a unos y otros sectores, y no es posible la unificación del conglomerado social en una categoría única o una caricatura de sectores relativamente aislados. La creciente complejidad social de la Cuba contemporánea incluye situaciones de pobreza emergentes de la década de los noventa, las reemergentes de desigualdades, pobreza y estratificación social generadas como resultado de las reformas económicas más recientes, así como expectativas de nuevos cambios económicos y sociales, que se suponían inminentes antes de la llegada de la COVID-19. No es menor la diversidad y complejidad en el universo de los idearios, las ideologías, creencias. modos de vivir y concientizar la espiritualidad, la creación técnica, científica y artística. Todo ello matizado por las lógicas del sincretismo y los contrastes ya mencionados.

Para la atender la emergencia sanitaria, el gobierno cubano implementó la que podemos caracterizar como una estrategia sistémica, de integración y colaboración gubernamental, científica y ciudadana. Formaron parte de esta estrategia la definición de fases y la asociación de medidas a implementarse en cada fase, el reconocimiento y protagonismo del Ministerio de Salud Pública, las decisiones médicas consensuadas, los intercambios de información, la participación protagónica de los científicos y el personal técnico de diversos campos de las ciencias, tanto de las específicas vinculadas a los tratamientos médicos y la investigación de la nueva enfermedad, como las más alejadas como las ciencias formales, el diseño de modelos, y las ciencias sociales. El valor del conocimiento y el ejercicio y toma de decisiones basadas en conocimientos y formación de consensos fueron distintivos del proceso.

El manejo de la información pública fue amplio, trasparente y educado, mediante el ejercicio pedagógico social de diversos actores. La convocatoria al aislamiento social apeló al llamado colaborativo y la comprensión, sin dejar de apelar a la ley cuando fuera necesario, y se propició la participación pública más amplia, ya fuera mediante la contribución activa en las diversas formas de voluntariado, como en el llamado a las personas a colaborar quedándose en casa y contribuir así a frenar la pandemia.

Ha sido un proceso con altos y bajos, como es natural dada la complejidad social actual, pero donde las condiciones de convocatoria a la colaboración surtieron efectos y rindieron frutos que marcaron los derroteros de todo el proceso. A su vez, las transgresiones más severas se encontraron en casos individuales de desacato a determinadas normas por algunos ciudadanos, y sobre todo en transgresiones “débiles” como descuidos y excesos de confianza ante las buenas noticias sobre el control de la enfermedad, baja percepción del riesgo e irrespeto al otro y su seguridad en el uso incorrecto del nasobuco, y las salidas del hogar a realizar compras y satisfacer otras necesidades en ocasiones postergables.

En este último asunto se expresa una de las mayores debilidades de la estrategia, pues no fue posible estabilizar una oferta de mercado que diese satisfacción a las necesidades del momento. Las transgresiones del distanciamiento social con mayor masividad se hicieron visibles en los sitios donde se vendiera algo. Razones económicas limitaban desde antes la oferta de bienes, y es lógico que se mantuvieran durante la pandemia, pero se incrementaron las limitaciones por algunas medidas y cierres de establecimientos, la transportación, y toda la situación extraordinaria. También debe considerarse cierto grado de subestimación de la tensión social presente en la población por la experiencia vivida durante la crisis económica de los noventas, y los desabastecimientos más recientes de combustibles y mercadería. A las circunstancias objetivas de carencias de productos y la orientación interna de las personas a adquirir por previsión de escasez actual o futura todo aquello que estuviese a la venta, se añadió la reiteración de un viejo problema: la incapacidad del comercio, para diseñar formas efectivas de reorganización de los servicios en función de las necesidades de las personas. En el caso de la pandemia ha sido bastante evidente la presencia de reorganizaciones en función de la entidad y sus empleados, en lugar de evitar en lo posible la concentración de personas, la lentitud en la atención, y la invisibilización de la oferta en existencia. Parte de estas debilidades se pusieron de manifiesto también en el emergente comercio electrónico, que tuvo altibajos de todo tipo, evidencias de imprecisiones y falta de control, aunque sin lugar a dudas, marcó también una diferencia positiva con respecto a los pagos, y opciones que son habituales en el mundo contemporáneo pero que estaban implementándose paulatina y lentamente en Cuba en el período anterior a la pandemia.

La acción gubernamental propició el protagonismo de varios actores, en primer lugar, los científicos, el voluntariado y diversas instancias del gobierno, como las entidades territoriales y la defensa civil.

El gobierno siempre estuvo activo, visible y presente en la toma de decisiones oportunas, pero al mismo tiempo hizo espacio para dar a los científicos y especialistas en salud el primer plano de la comunicación social, la trasparencia de las decisiones en salud, y el valor de los conocimientos. Por su parte, el voluntariado ha tenido un papel fundamental. (IPS) Ha sido impulsado a la vez por el Estado y la sociedad civil con una participación amplia de sectores jóvenes, entre los que sobresalen deportistas, artistas, universitarios, organizaciones no gubernamentales, iglesias y proyectos de investigación social vinculados a las comunidades. No es un voluntariado complementario o secundario. Sin la participación activa de las personas no se habrían detectado tempranamente los primeros casos, ni podrían mantenerse los centros de aislamiento para personas sospechosas de haber contraído la enfermedad, ni muchas de las actividades de tipo social como la pesquisa activa, que incluyó la participación sistemática de los jóvenes. El comportamiento de la población, de las instituciones, y de la sociedad civil es un producto de varias décadas del proceso revolucionario y de su orientación socialista.

La comunicación social y el lenguaje tuvieron también sus rasgos peculiares y aportaron al proceso. Se sumaron desde memes hasta lecciones, canciones y cápsulas de información. Por otra parte, resulta hasta cierto punto contradictoria y controversial la forma beligerante que por momentos adoptó también en Cuba el lenguaje que convoca a la acción como “enfrentamiento”, “lucha”, “batalla”, y otros mensajes de igual naturaleza, capaces de convocar de manera no específica, como si la emergencia sanitaria fuese semejante a la guerra contra un enemigo invisible. Las sutilezas del lenguaje ponen de manifiesto también algunos olvidos ecológicos, que muchas veces encontraron presencia en las preocupaciones de las personas por las mascotas y la vida en general. El voluntariado contribuyó de forma activa a la traducción de los mensajes generales a la lógica comunicativa de las personas en sus contextos, lo que será necesario estudiar e incrementar en el futuro. Hay todavía mucho por hacer en materia de lenguaje, comunicación social y diálogo para extraer las lecciones de la pandemia. No obstante los matices antes expuestos, predominó la convocatoria a la colaboración y la ayuda mutua, a la que hicieron además una contribución relevante la poesía vital de la obra del personal de salud, cantada por los artistas en espacios televisivos y las redes sociales virtuales.

La población colaboró masivamente, pero no unánimemente. Como ocurre en estos casos, las actitudes no colaborativas, del tipo dilema del prisionero colocaron a una parte de la población por el camino del beneficio propio de retribución directa y seguro, pero contrario al mayor beneficio alcanzable mediante la colaboración con los demás. A los casos aislados de infracciones, y espíritu carnavalesco que contribuyó a contagios, se sumaron delitos contra la seguridad pública por indisciplinas más graves, y delitos económicos. Estos últimos evidenciaron las apetencias de enriquecimiento de algunos actores individuales, pero no deben atribuirse solo a ellas; expresan también un fenómeno de organización social que debe atenderse de manera constructiva. El sector no estatal de la economía todavía no cuenta con todos los elementos de infraestructura para desarrollar sus actividades, hay zonas de penumbra con respecto a los aseguramientos financieros, la ausencia de un mercado mayorista efectivo, y otras inseguridades. En el sector estatal no faltan negligencias, descontrol y descuidos que propician el delito. En esas circunstancias en el período anterior a la pandemia se establecieron formas ilegales de almacenamiento y abasto de productos, comercio y distribución mayorista. Descubiertas en apariencia súbitamente en medio de la pandemia, esas redes no crecieron en un día, existían previamente, y contribuyeron a la dialógica de la seguridad y la inseguridad de los ciudadanos, y más allá de ello, proyectan la necesidad de su atención en el futuro post pandemia. No es un fenómeno nuevo, ni puede ser considerado y atendido simplemente como transgresión de la ley por personas ambiciosas. Es necesario tomar en consideración la lección histórica de algunas situaciones análogas, como el comercio vinculado a la prohibición del alcohol en los Estados Unidos: allí donde existen necesidades económicas no atendidas, se genera automáticamente la oportunidad para que surjan actores individuales y redes de producción, distribución y comercio, ilegales pues transgreden la ley, pero legítimas en tanto satisfacen necesidades económicas. El delito que comete una persona en específico puede ser penado por la ley, pero mientras se mantenga la zona de penumbra intacta, la necesidad hará aparecer nuevos actores que vuelvan a las andadas, quizás de forma distinta en apariencia, pero no menos transgresora de la ley. Expliqué este tipo de contradicciones entre la legalidad y la legitimidad en el artículo Bioética,desigualdad y política” publicado en 2004. De manera que la existencia de ese tipo de situaciones no puede solucionarse únicamente con medidas coercitivas y la fuerza de la ley. Es inevitable y necesario hacer valer la ley vigente, pero se requiere además la consideración de cuáles son las necesidades legítimas de consumo productivo e individual que no están cubiertas, y concebir las acciones económicas y legales para cubrirlas.

Una peculiaridad de la colaboración se manifiesta en que en todo el período de restricciones se mantuvieron aquellas actividades laborales que contaban con financiamiento, insumos y demanda en sus productos. No se produjo un cierre total de las actividades productivas, ni una cuarentena nacional que restringía de manera absoluta o mediante salvoconducto la movilidad de los ciudadanos. Se adoptaron desde el inicio, medidas de protección jurídica y económica de los trabajadores y el sector estatal y no estatal de la economía. Las cuarentenas se establecieron en territorios muy localizados ante la detección de focos de infestación identificados, y se volvió al distanciamiento social en cuanto fue controlada la propagación del virus.

La actuación de los médicos y en general el personal de salud, merecen un capítulo aparte pues lograron mantener los servicios necesarios para la diversidad de pacientes y enfermedades, preparar condiciones para atender las emergencias por venir por la entrada en la temporada de lluvias y huracanes, y sin descuidar todo aquello, atender la emergencia sanitaria de una manera a la vez asistencial y preventiva. Asistencial pues todos los casos fueron hospitalizados, recibieron atención y tratamientos. Preventiva porque las acciones se extendieron a los contactos de las personas infectadas, inmediatos y mediatos. A su vez, la pesquisa activa colocó al sistema de salud mediante el intenso trabajo del personal, voluntarios y la colaboración de los ciudadanos, en situación no de esperar que los pacientes llegaran sintomáticos a una institución de salud pidiendo ayuda, sino en capacidad de detectarlos en sus hogares y brindarles debida atención.

Los resultados alcanzados muestran además un aprendizaje colectivo, la adecuación y refinamiento de los diversos tratamientos, el uso de las diferentes opciones de medicamentos nacionales (Prensa Latina; Díaz-Canel y Núñez; Cubadebate), que se expresó en la tendencia a la disminución de los casos graves, críticos y las muertes. La sociedad en su conjunto aprecia estos resultados y la abnegación del sector de la salud en el aplauso diario y el reconocimiento explícito a los trabajadores.

Ahora que está casi superado el primer impacto de la pandemia, se abre la pregunta por el futuro: ¿Qué nos depara?

La pregunta por el futuro es una pregunta clave. Con la añoranza del pasado perdido, el lenguaje nos vuelve a jugar una mala pasada cuando hablamos de volver a la normalidad, como si se pudiera recuperar un estado pasado. En el sentido más profundo de las palabras, no deberíamos ni desear ni intentar una vuelta a la normalidad. Debemos volver a un futuro incierto, que necesita ser cambiado con base en lo que hemos aprendido de nuestras vulnerabilidades, y con la vista puesta en la incertidumbre que todavía nos depara esta enfermedad y sus efectos en la vida social y económica del país. Necesitamos volver a un futuro que necesita ser cambiado para quizás construir juntos una nueva normalidad.

Los retos actuales son enormes. Ante la inminencia de la pandemia, el humanismo vigente en la sociedad cubana en su conjunto, no hizo dudar a ninguno de los actores de la prioridad de la vida por encima de la economía. Si en algún momento en Cuba este asunto llegó a plantearse, fue en forma de solución en favor de priorizar la vida. Que se mantenga social y políticamente esa opción por la vida no es automático, debe enfrentar varias circunstancias:

Primero, las vulnerabilidades sociales presentes antes de la pandemia necesitan ser atendidas. Ellas atañen a problemas que van desde básicos de higiene e infraestructura, hasta más generales y profundos que atañen a la transformación de la informática y las telecomunicaciones, la introducción más amplia de la hipertecnología con los retos que implica, y quizás hasta una bucólica pausa existencial que nos permita reconstruir amistades, detener el tiempo o al menos la intensidad de nuestros ritmos de vida en favor del disfrute y la convivencia.

La pandemia significa también una crisis de la vida personal y familiar, y las ciencias sociales tienen la tarea gigantesca de atender esa crisis y sus impactos. Las personas y las colectividades están dañadas de muchas formas invisibles que de no ser atendidas se expresarían en fenómenos sociales negativos. El vínculo de los investigadores sociales, las comunidades y los liderazgos locales es fundamental para una detección oportuna y manejo de esas problemáticas.

Segundo, la vuelta a la “normalidad” al coincidir con el inicio de la temporada ciclónica, implica riesgos epidemiológicos y vulnerabilidades de infraestructura considerables y adicionales a los ya analizados. Por ejemplo, no pueden manejarse las situaciones que requieran evacuación de personas del mismo modo que se hacía antes de la COVID-19. Las lluvias a su vez, se asocian a la aparición de otras enfermedades que será necesario prevenir y atender.

Tercero, la inseguridad alimentaria es una amenaza real, pues a las circunstancias económicas se añade lo complicado del período de verano intenso para las producciones agrícolas, que no pueden incrementarse súbitamente pues requieren de una cultura de producción y comercialización que toma tiempo y está todavía por desarrollar plenamente. La seguridad alimentaria se presenta con un signo de interrogación que demanda creatividad, audacia y reformas profundas, financieras y de organización en el sector.

Cuarto, la recuperación económica internacional presenta otras interrogantes. La pandemia mostró las falencias de una globalización económica basada en la racionalización tecnicista y la maximización de las ganancias de espaldas a los seres humanos. Los superpoderes que protegen esas dinámicas resultaron incapaces de proteger a su propia ciudadanía mediante un esfuerzo global, conjunto, coordinado y colaborativo. Fallaron de igual manera los organismos internacionales, y no habría que tener esperanzas infundadas de que la situación cambiará con respecto a la recuperación económica. Al menos es un escenario más probable que un eventual y sorprendente protagonismo en favor del bien común.

El multilateralismo balanceado y habilitador no surgirá de súbito por generación espontánea. Más bien todo indica que ocurrirá lo contrario y que solo mediante intensas gestiones internacionales la colaboración podrá tener un espacio frente a la competencia desleal y hasta el pillaje. El escenario internacional tendrá una incidencia directa en la recuperación de la economía nacional, de manera que sobrevienen tiempos no menos inciertos que los del inicio de la pandemia. A ellos convendría aplicar la medicina fundamental de la colaboración, la ayuda mutua y la solidaridad, la descentralización y el reconocimiento de diversos protagonismos y liderazgos sociales. Estos son valores que hizo emerger con claridad meridiana la estrategia con que los cubanos, Estado y sociedad civil, afrontamos el desafío de la COVID-19. Bien podrían considerarse para el futuro que arriba y reclama reorganización de la vida social, el abandono de hábitos viejos y la adopción de nuevos, no desde la nada o la invención onírica, sino desde la conciencia de las necesidades de la convivencia y la comunidad de vida. En Cuba, en el abordaje de la pandemia la solidaridad y la colaboración estuvieron a la altura del desafío. Se expresaron sin miedo a pensar y actuar desde los contextos, con los aportes propios de la ciencia, la tecnología y la ideología del bien común y la protección de la vida, y habrán de estar presentes en la nueva etapa.

Finalmente, y no en último lugar, las reformas económicas y sociales que no habían concluido en el país, necesitan ser repensadas en su implementación ante los nuevos escenarios post pandemia.

Si la COVID-19 expresa una crisis de la vida, no tendremos menos en Cuba y el mundo que intentar la reorganización de la vida. Es una época apasionante la que nos ha tocado vivir y tiene sentido contribuir a que sea mejor.

Carlos J. Delgado

11 junio 2020

 

Nota de actualización

Nos encontramos en este momento, septiembre 2020 en medio de un rebrote. Se presentan indicios de que la estrategia funciona y está en proceso de control, pero surgen a este autor algunas dudas con respecto a la capacidad de colaboración de las personas.

La ciencia cubana continúa el aporte de medicamentos y prepara una vacuna actualmente en ensayo clínico, mientras el país mantiene la atención a todos los casos, se evita la saturación de las instalaciones hospitalarias, y continúa la colaboración internacional, el ejercicio de la solidaridad y el llamado a la más amplia colaboración.

Y no obstante, el enorme esfuerzo del gobierno, las instituciones de salud, el personal de salud, los voluntarios, y millones de personas, no siempre se ve acompañado por conductas prudentes de todos los pobladores. Tras meses de pandemia, y en parte también debido al agotamiento que implica, todavía no se alcanza la necesaria percepción de riesgo que se traduzca en acciones de prevención de la manera masiva en que se necesita. Las actitudes no colaborativas se manifiestan en indisciplinas e imprudencias de todo tipo.

Ante la situación algunas voces no sin razón, piden medidas más enérgicas y multas más severas a los infractores. Desde mi condición de maestro continúo el llamado a la colaboración, la ayuda mutua y la protección colaborativa.

Carlos J. Delgado

11 septiembre 2020

Referencias

Argaillot, J. (12 abril 2020). Cuba y el coronavirus: un pueblo preparado para la adversidad y médicos de fama internacional. The Conversation. https://theconversation.com/cuba-y-el-coronavirus-un-pueblo-preparado-para-la-adversidad-y-medicos-de-fama-internacional-136116 (Revisado 11 junio 2020)

Constitución de la República de Cuba (2019). Disponible en: http://www.granma.cu/file/pdf/gaceta/Nueva%20Constituci%C3%B3n%20240%20KB-1.pdf (Revisado 11 junio 2020)

Cubadebate (9 junio 2020). ¿Qué es el Jusvinza o CIGB-258? Disponible en: https://www.facebook.com/watch/?v=277567593390644 (Revisado 11 junio 2020)

Dashboard Cuba. Disponible en: https://covid19cubadata.github.io/index.html#cuba (Revisado 11 junio 2020)

Díaz-Canel Bermúdez, Miguel y Núñez Jover, Jorge (2020). Gestión gubernamental y ciencia cubana en el enfrentamiento a la COVID-19. Anales de la Academia de Ciencias de Cuba; Vol. 10, No. 2 (2020): especial COVID-19. Disponible en http://www.revistaccuba.cu/index.php/revacc/article/view/881

DW. (17 marzo 2020). Cuba pone fin a la odisea del crucero MS Braemar. Disponible en https://www.dw.com/es/cuba-pone-fin-a-la-odisea-del-crucero-ms-braemar/a-52810027. (Revisado 11 junio 2020)

IPS (25 Abril 2020). Más redes voluntarias contrarrestan la covid-19 en Cuba https://www.ipscuba.net/sociedad/mas-redes-voluntarias-contrarrestan-la-covid-19-en-cuba/ (Revisado 11 junio 2020)

Marrón, K. (25 marzo 2020) Michelle Bachelet pide levantar bloqueos y sanciones en tiempos de COVID-19. https://www.cubainformacion.tv/contra-cuba/20200325/85216/85216-michelle-bachelet-pide-levantar-bloqueos-y-sanciones-en-tiempos-de-covid-19 (Revisado 11 junio 2020)

Martí, José (1991). Abono – La sangre es buen abono. En Obras Completas. Tomo 8. Editorial de Ciencias Sociales. La Habana.

Martínez Hernández, L. (10 junio 2020). Cuba se alista para la recuperación tras la epidemia. http://www.granma.cu/cuba-covid-19/2020-06-10/cuba-se-alista-para-la-recuperacion-tras-la-epidemia-10-06-2020-20-06-42 (Revisado 11 junio 2020)

MINSAP (2020a). Protocolo de actuación nacional para la COVID-19. Disponible en http://files.sld.cu/editorhome/files/2020/05/MINSAP_Protocolo-de-Actuaci%C3%B3n-Nacional-para-la-COVID-19_versi%C3%B3n-1.4_mayo-2020.pdf (Revisado 11 junio 2020)

MINSAP (2020b). Parte de cierre del día 10 de junio a las 12 de la noche. Disponible en: https://salud.msp.gob.cu/?p=5700 (Revisado 11 junio 2020)

Morin, E. (2020) “Veredas Para o Futuro o Mundo Pós Covid 19” Disponible en: https://www.youtube.com/watch?v=qlCoQPsIFIc&t=7s (Revisado 11 junio 2020)

Prensa Latina (22 de mayo 2020). Vacuna cubana muestra eficacia en pacientes graves de Covid-19. https://www.prensa-latina.cu/index.php?o=rn&id=368139&SEO=vacuna-cubana-muestra-eficacia-en-pacientes-graves-de-covid-19 (Revisado 11 junio 2020)

Progreso semanal (21 marzo 2020). https://progresosemanal.us/20200321/medidas-del-gobierno-cubano-para-enfrentar-la-propagacion-del-covid-19/ (Revisado 11 junio 2020)

Stone, Jon (7 abril 2020). UK thanks Cuba for ‘great gesture of solidarity’ in rescuing passengers from coronavirus cruise ship https://www.independent.co.uk/news/world/americas/coronavirus-cruise-ship-cuba-rescue-ms-braemar-havana-cases-a9451741.html (Revisado 11 junio 2020)

Yaffe, Helen (10 junio 2020). La respuesta excepcional de Cuba ante la pandemia de COVID-19. http://www.cubadebate.cu/especiales/2020/06/10/la-respuesta-excepcional-de-cuba-ante-la-pandemia-de-covid-19/#.XuIoDEX0mMp