En las últimas semanas he publicado dos entradas en el blog acerca de la problemática de la COVID-19 en el lugar donde resido: Bauta en cuarentena publicado en julio, y Terminó la cuarentena en Bauta, el 1 de septiembre. Las dos, y la que presento en el día de hoy, exploran la pandemia y sus impactos en una localidad pequeña, situada en los límites de la gran ciudad capital, donde las incertidumbres y certezas adquieren sabores particulares.
Como siempre ocurre y es bueno que ocurra con un texto, un
mensaje o una obra de arte, los interlocutores realizan lecturas desde sus
ángulos propios. Además, lo social puede distinguirse como político, ético,
estético, antropológico, económico, etcétera, pero cada uno de esos ángulos es
inseparable del otro, por lo que las lecturas diferentes no dependen solo de la
perspectiva del lector, sino de la complejidad intrínseca de lo social, donde
cada aspecto es inseparable del resto. No excluyo por ello que estos textos puedan
tener o tengan lecturas críticas, o políticas, o cualquier otra. Incluso hay quien
me ha dicho que no son más que observaciones circunstanciales de la vida
cotidiana, casi un registro banal de acontecimientos únicos e intrascendentes
de la vida cotidiana de algunas personas que no permiten conclusiones más
elevadas.
Y no obstante, reitero que me anima desde lo más profundo
la intención antropológica de comprender al ser humano. Es algo que podemos intentar
mejor cuando existen condiciones de crisis, mucho más propicias que las “normales”,
cuando los seres humanos, colocados de frente a lo extraordinario se manifiestan
en sus acciones. Y por otra parte, en tales condiciones, puesto que somos
humanos, podemos ser más sensibles y receptivos con respecto a los imaginarios
antropológicos que se expresan. Lo que la actuación nos revela puede ir mucho
más allá que el acto cotidiano en sí mismo.
Ya sabemos por la ciencia y la literatura que es muy discutible
que se pueda atribuir al humano una esencia única e indivisible que lo define.
Se puede creer en ella desde las tradiciones espirituales o se puede construir una
mediante la reducción del fenómeno humano a un código genético, pero en ningún caso
de ello emana que sea, que exprese o agote plenamente el fenómeno humano.
Necesitamos comprender al ser humano que colocado en contexto, en situaciones
de vida extraordinarias por nuevas o por diferentes, como los roles que desempeñamos,
devela más que una naturaleza humana, su condición humana. Ella se manifiesta de
modo desigual, no equivalente, incluso contradictorio. Así alguien conocido de
amigo puede resultar desconocido como jefe, o padre, unas veces de un modo y
otras quizás semejantes, no por variable, sino porque en cada contexto se
devela en su multilateralidad, ambigüedad y ambivalencia como humano.
El fenómeno humano nos sorprende, y nos sorprenderá mucho
más en el futuro en la medida en que nos adentremos más en la inteligencia
artificial, como nos anticipa Máquinas como yo, novela de ciencia ficción
que nos anima a pensar qué significa ser humano, qué nos distingue de una
máquina, y si es la irreverencia ante la normalización uno de los rasgos
humanos por excelencia.
La realidad nos enfrenta al fenómeno humano, y no sería
justo calificar de modo invariable a unos y a otros, por sus responsabilidades
o por sus decisiones, sin antes explorar las condiciones que contribuyen a que
nos revelemos como humanos de maneras que podrían considerarse desde un ángulo
unificador como consistentes, inconsistentes, responsables, irresponsables,
burocráticas, humanizadas, intransigentes, tolerantes. Por eso escribo sobre Bauta
y la pandemia tratando de acercarme lo más que puedo, a lo que aquí ocurre y a
la condición humana que se devela tras las conductas y los imaginarios antropológicos.
Situación especial y sensibilidad de las
personas en la localidad
La cuarentena terminó en Bauta el 31 de agosto a las 8:00.
La misma nota de prensa anunciaba que se mantendrían restricciones como parte
de la desescalada, debido a la complejidad de la situación epidemiológica, y que se reanudaría el curso escolar el 7 de septiembre.
Las restricciones se han mantenido desde entonces, con
cambios paulatinos y prudentes. Al día de hoy viernes 4 de septiembre, se mantienen varias,
entre ellas a la movilidad fuera de la localidad, al ejercicio del trabajo por
cuenta propia, y la ausencia de transporte público intermunicipal.
El examen de la situación epidemiológica nos muestra la
complejidad de la provincia Artemisa, segunda por su tasa de incidencia, y de
la cercana ciudad de La Habana en cuarentena. Asimismo, se conoce que la
trasmisión de la enfermedad es un fenómeno complejo, que ha mostrado mayor
vulnerabilidad en los entornos de convivencia cuando se violan las medidas
establecidas, o se pierde la noción del riesgo posible, y en las contingencias
asociadas a indisciplinas y comportamientos irresponsables de las personas en
los entornos de su vida privada o laboral.
Un recorrido realizado en el día de hoy vuelve a
confirmar, al nivel de experiencia, que somos muy vulnerables aquí.
A unos metros de la secundaria 5 personas de sexo masculino
y diferentes edades, jóvenes todos, sentados a la sombra de un arbusto conversan,
escuchan música y comparten una bebida, la mayoría de ellos o no tiene nasobuco
o lo lleva mal puesto, todos incumplen lo establecido a la vista de todos,
impunemente.
Sigo adelante.
Cerca de la clínica estomatológica me cruzo con tres niños,
de edades diferentes, todos de nivel escolar primario, con sus nasobucos bien puestos,
conversando entre ellos. A mi regreso los vuelvo a encontrar, ellos también
vienen de vuelta. El mayor ya no trae protección, y camina sobre el muro recién
construido en el área deportiva cercana a la clínica. Los más pequeños le persiguen
por la acera en paralelo, en lo que parece ser una competencia improvisada. Simplemente
juegan.
Subo por “la calle del cuartel”, y una cuadra antes de la
casa donde vivían mis abuelos maternos, me encuentro una animada conversación
de vecinos. La misma de toda la vida entre vecinos que se conocen y comparten
la taza de café. Todos son adultos, sexos diferentes, sus dientes a la vista, alguno
que otro alza la voz, disfrutan de la charla y se sienten en casa, aunque están
en medio de la calle. Así es en los barrios de Bauta, donde los autos deben pedir permiso para
transitar. Para mi asombro, uno lleva por nasobuco una mascarilla de pintor, sobre
la cabeza, de sombrero. Mi limitada imaginación no había concebido posible tal
uso.
Son apenas ejemplos de situaciones cotidianas, que constata
un transeúnte observador, y que muestran cuan vulnerable es todavía el entorno
local.
En estas circunstancias no es extraño que una parte de los
pobladores del municipio se muestre preocupada ante el reinicio de las
actividades escolares una semana después de concluida la cuarentena. Tiempo brevísimo en que no se alcanza todavía ni a medir a nivel personal los traumas de la sobrepresión de la cuarentena y la inmediatez de personas enfermas, la incertidumbre de la prueba realizada, en fin... la pandemia de cuerpo presente.
¿Es seguro reiniciar ahora el curso escolar en
Bauta?
Es difícil responder una pregunta como esta por la multitud
de datos y variables que implica. Desde el punto de vista social, las
decisiones no pueden tomarse para satisfacer el deseo o gusto de cada persona,
pero siempre pueden y deben tomarse en cuenta las condiciones del contexto.
Existe información pública que evidencia la preparación de
la institucionalidad educativa para el reinicio de las actividades, que va
desde el nivel del Ministerio de Educación a las escuelas. Los maestros y las
direcciones de las escuelas hacen su parte, preparan y concilian sus planes,
adecuan los entornos escolares. Pero la lógica institucional y la lógica de una
familia que cuida a sus hijos son lógicas diferentes y no tienen por qué
coincidir siempre. Se debe evitar que lleguen a ser lógicas contrapuestas cuando, mediante el diálogo pueden en realidad complementarse. Además, no olvidemos que las diferencias de perspectivas y lógicas aporta calidad, pues lo que para una está oculto, otra puede divisarlo.
Y este es el caso.
En una reunión “de padres” que tuvo lugar en una de las escuelas en la mañana, las madres y padres del nivel preescolar manifestaron su preocupación con el inicio de las actividades, la cantidad de niños en el grupo, la ubicación de los niños en las mesas, la factibilidad de que los adultos en sus casas infecten a un niño que resulte asintomático y a su vez contagie a sus compañeros de aula.
No son insensibles a lo alcanzado institucionalmente, aprecian la calidad de la maestra, su entrega y excelencia.
No vienen a criticar ni a cuestionar, están preocupados, y traen propuestas. Proponen por ejemplo, que se realicen las actividades de preescolar formando grupos más pequeños, que los niños estén más separados en el aula y no tengan que asistir los mismos todos los días, sino por grupos. Les parece razonable y aportaría mayor seguridad. La misma idea estuvo valorada antes por los maestros, pero la instrucción institucional que se adoptó finalmente es seguir otra metodología.
Los padres insisten, se conversa, se dialoga con la maestra y la directora. El diálogo es el gran educador y cuando hay diálogo todo es posible, porque se puede construir juntos y crece la responsabilidad de todos mediante el involucramiento.
Se hace la consulta telefónica con alguien
de un nivel superior a la escuela. La respuesta es inflexible: “se debe seguir
la metodología establecida, pues los niños deben socializar.” Termina el
diálogo de forma abrupta, pues más allá de la escuela no ha sido posible dialogar,
no hay interlocutor dialógico del otro lado de la línea telefónica.
Lo que es punto final desde la lógica institucional puede
ser punto de reflexión desde la lógica pedagógica, y punto de inflexión desde
la lógica de padres, madres y abuelos.
La lógica institucional se impone por su propio peso, todas las escuelas son iguales y la metodología a seguir está clara, definida. Seguirla es una cuestión de disciplina, rigor, y la calidad no se garantiza sin disciplina. La seguridad tampoco.
La lógica pedagógica dice otra cosa.
Paulo Freire y Edgar Morin me susurran al oído mientras pienso y escribo.
"Siendo el amor fundamento del diálogo, es también diálogo. De ahí que sea, esencialmente, tarea de sujetos y que no pueda verificarse en la relación de dominación".
Paulo Freire
Pedagogía del oprimido
Siglo XXI, p. 108
"El programa debe estar sujeto a la vida y no a programar la vida".
E. Morin
Cualquier pedagogo sabe que un problema siempre tiene más
de una solución metodológica viable y que se acerque al óptimo, pues ninguna lo
alcanzará completamente nunca. Contar con una estrategia metodológica colaborativa y adecuada
al contexto es superior a la mejor de las estrategias que se centran en menos actores,
y si solo cuenta el actor institucional, la fragilidad aumenta proporcionalmente al aumento de la relación controladora. Lo que para la lógica institucional es orden, disciplina y garantía, se aprecia desde la lógica pedagógica de un modo diferente. La disciplina es importante, vital, pero no es correcto que la metodología se
convierta en orden y el orden se conciba como rigidez institucional. Sería válido
para la organización militar pero tiene altos costos cuando se convierte en
lógica institucional educativa. La disciplina es fundamental, pero será necesario
distinguir entre la necesaria disciplina organizacional y el ordeno y mando.
Desde la lógica pedagógica la rigidez de la lógica y la
disciplina institucional se hace evidente, puede ser criticable y objeto de
estudio para mejorar las prácticas. Pero desde la lógica de los padres se aprecia el cierre y el fin
a la colaboración dialógica. Una parte de los padres deciden acogerse al derecho que les
asiste para proteger a sus hijos no enviándolos a la escuela.
No tendría que ser así ni tiene que ser así. La lógica institucional
educativa debería ser capaz de dialogar más con la lógica pedagógica en primer
lugar, y abrirse a la diversidad de formas y caminos. Teóricamente la
metodología debería entenderse no como programa cerrado a seguir, sino como estrategia
a implementar, y en la implementación están las puertas para el diálogo con el
contexto, que incluye a todos y cada uno de los padres.
Quizás todo esto no sea más que un incidente sin mayor
relevancia que el enojo de los padres y la subida de presión arterial de los
abuelos. O quizás sea un signo distintivo de que hay que colocar el diálogo en
el lugar que le corresponde en la pedagogía y en la construcción de las lógicas
institucionales.
Retomemos nuestra pregunta ¿es seguro reiniciar aquí y ahora…?
No es una pregunta por los datos, sino por la responsabilidad, una cuestión
ética fundamental.
En ética y moralidad debe favorecerse siempre la toma de
decisiones basadas en la razón, los conocimientos y los valores. No tiene
sentido sobreponer unos a otros, pues las decisiones responsables no pueden
basarse exclusivamente en uno de esos tres elementos, por evidente que pueda
parecernos, pues ninguno por si mismo es suficiente. Se necesitan los tres para
contar con una decisión moral pertinente, que en la medida en que cada uno se debilita, desaparece.
Sin duda alguna, comenzar el curso escolar siete días
después de terminada una cuarentena, con la huella de un mes de máxima
restricción y en medio de restricciones que se mantienen, no parece algo lógico
y razonable que se corresponda con un escenario de seguridad y mínimo riesgo.
¿Cuál es la ponderación riesgo beneficio que justifica que
aquí precisamente ahora se reinicie el curso escolar?
No la conocemos, pues autoridades como la Ministra de
educación en su reciente comparecencia en la Mesa Redonda, han reconocido
públicamente la existencia de preocupaciones por parte de los padres, pero no han aportado evidencias
claras que muestren que aquí ahora, existen condiciones para reiniciar el curso
escolar. Además, es obvio que no se puede particularizar cada municipio en un
espacio televisivo.
Recordemos que una argumentación consta siempre de una
tesis, la lógica argumentativa y las evidencias que la sustentan. Se afirma que se han
valorado las situaciones, y que se reinician las actividades allí donde hay
condiciones. No tengo por qué dudarlo. La argumentación se basa en la lógica institucional que se apoya
en la evidencia de la preparación de las escuelas para ofrecer condiciones de
seguridad que impidan el contagio. No es una lógica y evidencias suficientes, pues su efectividad dependerá internamente de que se cumpla a cabalidad con todo lo
establecido. Es algo difícil, aunque no imposible de alcanzar, cuando se cuenta
con maestros y personal educativo comprometidos. Pero depende también de que todos somos humanos y podemos cometer errores. Y depende
mucho de lo que ocurre fuera de la escuela, en las casas y en la localidad. Y en
ese entorno ocurren cosas. Ya mencioné algunas, añado otras...
Aunque se ha mantenido el cierre de las carreteras desde la
cuarentena y la ciudad de La Habana está cerrada, existen violaciones conocidas
de la norma. ¿Cómo lo logran los transgresores? No lo sé, pero lo logran. No es
un fenómeno masivo, pero tampoco tan excepcional como podría suponerse. Se sabe
cuando te cuentan el chisme y chiste del ferviente enamorado bautense que en medio de la cuarentena visitaba la novia todos los días en otro pueblo cercano, y a quien los vecinos de la novia llamaron “a
contar” para que no los pusiera en riesgo. Se sabe cuando se hace famoso el trillo hacia la escuela Orlando
Nodarse, eventual salida hacia Caimito, del ir y venir de personas cruzando la línea del ferrocarril hacia Corralillo…
Se sabe de mil maneras algo fundamental y sencillo de entender: la indisciplina que propicia contagios en esta localidad es
una realidad tangible.
Así se manifiesta el entorno social donde viven los niños que asistirán a las escuelas, y por eso no basta con que todo esté allí organizado y previsto siguiendo la lógica institucional más rigurosa y estricta que la mente y la planeación humanas puedan concebir.
Las razones de los padres
no son superfluas ni están basadas exclusivamente en el temor y el amor filial,
no carecen de conocimientos, por el contrario, cuentan con conocimientos en un
nivel de realidad que no es el institucional.
Si los rebrotes han ocurrido en espacios de socialización donde
algo ha fallado y los niños, sobre todo los más pequeños no son capaces de
tener conciencia de los riesgos a que se enfrentan, ¿no tendría sentido esperar
un poco más en este lugar antes de reiniciar? Para mí esperar un poco más tiene
todo el sentido propio de una decisión responsable basada en las lógicas de los
padres, del conocimiento de lo inmediato, y en el principio preventivo. Lo
tiene, porque sería más prudente ante la incertidumbre que el panorama nos
presenta, apelar a la sabiduría del escepticismo antiguo, que es una de las
fuentes del principio preventivo, y pasar del “ante la duda abstente” a la prudencia
de no someter niños pequeños a riesgos innecesarios que están en el entorno,
cuando bastaría con esperar más tiempo y explorar alternativas pedagógicas, institucionales y dialógicas.
El reinicio del curso escolar en Bauta el próximo lunes es un acto de confianza, y como dice un titular de El Artemiseño publicado al inicio de la cuarentena en Bauta, En la confianza… está la COVID-19.
Apreciado Carlos: Saludos y buenos deseos anti Covid 19
ResponderEliminarConozco la validez de tus enfoques y propuestas bioéticas y educativas.
Lo que planteas en este artículo es un buen ejemplo de esa validez.
Te escribo en correo una más detallada exposición de mis pareceres sobre tu dialógico artículo
Espero y deseo que lo(a)s miembros de la Asociación de Pedagogos (ADP) y de Tranformar para Educar (Familia-Escuela y Comunidad) de Bauta y de toda Cuba se incorporen a este di[alogo humano y humanizador, y por lo tanto ciudadano, político, pedagógico, comunicacional y cognitivo.
Con mi afecto, agradecimiento y esperanza, Román
Querido Román,
ResponderEliminarLa colaboración tiene en el dialogo reflexivo y crítico su fuente más directa, y al promoverlo con la participación colectiva y razonada siempre se encuentran alternativas positivas y la responsabilidad colectiva crece.
Gracias por tu aportación.
Respetado Dr Carlos, si por allá llueve, acá no escampa... Siendo el sexto país en infectados, se tomó la decisión de "Apertura selectiva"... Y se dejó a la decisión de la población la problemática... Hay razones que pueden ser ciertas, pero confiar en el desorden es complicado... Saludos desde Colombia
ResponderEliminarHola Juan Carlos,
ResponderEliminarAquí la situación no es crítica, incluso no es grave en comparación con otros países, pero es grave para nosotros, porque se hace un gran esfuerzo médico, gubernamental y social, pero estamos en medio de un rebrote en La Habana, y como estamos muy cerca los retos y riesgos son grandes. Por eso preocupa mucho el reinicio de clases. Hoy parece por los datos de las pruebas realizadas ayer (más de 5000) y casos detectados (11), que hemos iniciado la curva de descenso nuevamente. Tenemos 101 muertes en total en el país, pero eso es mucho porque cada persona cuenta. La precaución debe ser la palabra de orden, la confianza es peligrosa.
Creo que ustedes van por el camino muy riesgoso de dejar que la gente enferme, y el caos por el colapso del sistema sanitario es un riesgo enorme en una situación así.
Hay que extremar las medidas de protección personal.
Cuídense mucho.
Muy atinado tu comentario, Carlos. La dinámica institucional es a veces rígida y autoritaria. A menudo, las personas con un desarrollo científico y filosófico amplio como tú no son los decisores, mientras los políticos no siempre están lo suficientemente preparados académicamente para entender la realidad en su complejidad. Por eso es esencial lo que tú recalcas: el diálogo respetuoso, empático y más democrático es una de las claves fundamentales.
ResponderEliminarSaludos
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
EliminarAsí me parece a mí también Karell, se necesita diálogo sobre la base de comprender que el criterio diferente puede estar basado en otros conocimientos que son también válidos. Así, en este tema de la COVID-19 el análisis de grandes grupos de personas, poblaciones y tendencias puede argumentar marcos de seguridad para una decisión política o administrativa para un territorio. No tengo por qué dudar que sea un cálculo avalado por conocimientos y responsabilidad. Pero al mismo tiempo, al nivel del poblador, pueden existir otros conocimientos que reclaman atención. Un enfermo en un millón es una cifra mínima en un cálculo general, pero para la persona afectada si el uno ese es hijo o persona querida, habrá argumentos para decir, se necesita esperar más. Son dos razones opuestas, pero que pueden dialogar. Cuando una de ellas o las dos se ponen rígidas, se va directo al conflicto y eso desata las fuerzas destructivas, mientras que si favorecemos el diálogo, abrimos las puertas a la colaboración y la construcción juntos en la diferencia, que es la igualdad social a que debemos aspirar, pues la sociedad es sumamente heterogénea y la unanimidad implica siempre cierto grado, a veces aceptable, a veces no, de subordinación y anulación de la diferencia.
EliminarGracias por exponer criterios y contribuir a pensar juntos estas cuestiones vitales.