Las noticias de la mañana traen novedades.
El martes 11 de agosto las autoridades rusas anunciaron el
registro de la vacuna Sputnik V y la preparación para su producción en varios
países a partir de noviembre. Ayer jueves 13 de agosto las autoridades mexicanas anunciaron haber alcanzado un acuerdo con AstraZeneca, la Universidad de Oxford y la Fundación
Carlos Slim para la producción en el país de otra vacuna contra el coronavirus.
Los que anuncian las vacunas
aseguran producciones para noviembre, motivaciones altruistas, y el deseo de contribuir
con sus resultados y las prisas a solucionar el problema de la pandemia.
Inmediatamente la prensa (BBC, CNN, Washington Post, New York Times), se hizo eco de varias preocupaciones, y con el habitual apetito por lectores e impactos, se situó a favor o en contra con base en análisis en su mayor parte superficiales, y con clara dependencia con respecto a las preferencias políticas de los círculos a cuyos intereses responden, así como una especie de histeria anti rusa, lo cual no es un problema menor si consideramos la histórica confrontación, los ecos de la guerra fría, y el evidente desprecio a la historia de la ciencia soviética y rusa en el tema de las vacunas. Algunas como la CNN no vacilaron en interpelar al público al estilo de las peores campañas políticas que estigmatizan: ¿Confiarías en una vacuna de Vladimir Putin? Otras fuentes se limitan a informar el asunto sin mayores comentarios.
El resultado de todo esto no podía
ser peor. La ciudadanía es movida de una incertidumbre preexistente por la
pandemia, a una nueva incertidumbre con respecto a lo que se propone como solución.
Se contribuye con ello de forma irresponsable a las ansiedades, miedos y caldos
de cultivo para las creencias antivacunas, el rechazo
a la ciencia, y la desviación de la atención de lo fundamental: ¿cómo actuar y
con qué contamos para actuar de manera que no se comentan errores en una
carrera por llegar primero con las vacunas exitosas?
Una vez más la ciudadanía queda
expuesta a la banalización y politización de una cuestión crucial para cada
persona, y de la que deberíamos estar informados para formarnos un criterio con
base en valores, razonamientos y evidencias.
Les propongo un breve recorrido como introducción general a este asunto, que seguramente estará en el centro de la atención mundial en las próximas semanas y meses. Quizás debamos volver sobre él próximamente.
Comencemos por las nociones básicas
sobre la ciencia y la tecnología, para continuar con el problema central de la
democracia cognoscitiva y comunicacional, las razones para las prisas y sus
límites, así como el papel que corresponde a varias instancias que tienen el deber
cívico de pronunciarse para ser escuchadas.
Ciencia, tecnología
La ciencia y la tecnología
marchan hoy estrechamente unidas, pero debemos distinguirlas bien y reconocer
su diferencia.
La ciencia ha desarrollado mecanismos
propios para evaluar los conocimientos que produce. Estos últimos son
suficientemente efectivos para considerar absurdo que se cuestione desde conocimientos
cotidianos el conocimiento científico ya validado. No es que la ciencia esté
por encima de la ciudadanía o la sociedad, sino que el primer eslabón de la
cadena consiste en corroborar si desde el punto de vista del estado de los
conocimientos científicos ya establecidos, lo nuevo está suficientemente
validado y completo. Y para eso es necesario situarse en el campo de la ciencia
y no fuera de él.
La tecnología actual, por su
parte tiene también sólidas bases cognoscitivas relacionadas con la ciencia y
sus métodos, pero sus resultados pretenden estar en función de la sociedad
de una manera más inmediata. De esto resulta que, a diferencia del conocimiento
científico, no basta con que esté validado su conocimiento para que la sociedad acepte o utilice una tecnología. Un resultado
tecnológico necesitará siempre de la aprobación social para su uso, y esta se
hará tomando en cuenta criterios de la ciencia, pero también de todo el
universo social y cultural, por lo que en una misma época, las decisiones podrán ser
diferentes y válidas, en contextos incluso cercanos.
En síntesis, que si es absurdo
cuestionar por ejemplo, una ley física sin ubicarnos en el terreno del
conocimiento científico y la física, tiene todo el sentido del mundo que una
sociedad decida utilizar una tecnología o no, aunque aquella tenga todo el aval
de conocimiento validado. De manera que aunque tenga en su base un conocimiento
válido, el uso de una tecnología depende no solo de ellos, sino también de las
consideraciones sociales sobre su utilidad y la valoración de los impactos que
causará en una sociedad en específico, o en parte de ella.
Esta es una diferencia fundamental para comprender la cuestión de las vacunas. No corresponde a los políticos, los periodistas o a la sociedad decidir si una vacuna está o no bien elaborada, o lista para ser utilizada. Para eso existen instancias competentes dentro de la academia científica, regulaciones internacionales, instancias regulatorias constituidas a nivel nacional e internacional. Son ellas en su conjunto, quienes deben valorar las evidencias que pongan sobre la mesa los autores de las vacunas, corroborar si los procedimientos y procesos se han cumplido dentro de los marcos que garantizan la calidad del resultado que se evalúa. Y una vez establecida la verdad científica al nivel de los estándares aprobados, corresponde al resto de las instancias políticos sociales y a la sociedad en su conjunto tomar decisiones con base en esos conocimientos, así como valorar la necesidad y utilidad de usar en la práctica lo alcanzado. En el caso de las vacunas, por ejemplo optar por esta o por aquella, por una o por más de una.
Las vacunas ni son nacionales, ni
responden al nombre de los gobernantes de turno, ni deberían tratarse con el
irrespeto actual, o llamar rusa una vacuna, que ha sido
creada por un equipo de científicos de determinada nación, pero con base en sus aportes y el estado del
conocimiento de la ciencia contemporánea. De ninguna manera una vacuna debería ser
objeto de propaganda para la creación de esperanzas que todavía no se soportan
en evidencias disponibles para la comunidad académica y el mundo.
En el caso de estas dos vacunas,
queda un recorrido para que su calidad a nivel de verdad científica sea corroborada
y mostrada. Hay evidencia de que son buenos candidatos, pero no más que eso. Hay todavía procesos a realizar, y sería un grave error si se pone a
disposición del público alguna de ellas sin estar agotadas las pruebas en el nivel
que establece la normatividad tanto nacional como internacional.
Las razones para las prisas
Vacunas que lograsen la inmunidad
a corto plazo y cortasen la propagación del virus son altamente deseables, pero
la pandemia por sí sola no justifica las prisas actuales. Las prisas responden también
a razones económicas y políticas, y a un conjunto de intereses muy variados. Entre
ellos se encuentran la intensa competencia entre varias vacunas en proceso de elaboración, los intereses públicos y privados predominantes en la carrera actual, los recursos y esfuerzos invertidos.
A las preocupaciones éticas que
despiertan las prisas, la forma de propaganda política del primer anuncio de la
vacuna con el nombre Sputnik V, se añade la información de que
AstraZeneca,
“recibió protección a futuras demandas por efectos secundarios que pudiera
ocasionar la vacuna en varios países, aunque no se sabe a ciencia cierta cuáles
son estas naciones” (minuto 2:46). No es una cuestión ética menor, la evidente
falta de autocrítica de unos y otros, pues hasta el momento, el público para
informarse, necesita acceder a fuentes muy diversas y encontrar en cada extremo
las críticas al otro.
Es una situación típica de falta de democracia cognoscitiva y comunicacional.
¿Democracia cognoscitiva y comunicacional?
La sociedad emergente de la
modernidad europea se caracteriza de manera generalizada por la falta de
democracia cognoscitiva y comunicacional. Este concepto aportado por el
filósofo francés Edgar Morin expresa la situación actual, en que el poder del
conocimiento está depositado en los expertos.
La falta de democracia
cognoscitiva y comunicacional se debe a un conjunto de condiciones objetivas,
entre ellas, que la mayoría de la ciudadanía carece de conocimientos para
comprender, juzgar y decidir sobre cuestiones científicas y tecnológicas; la
existencia de una división del trabajo que especializa para bien, y nos asigna
funciones sociales específicas a partir de nuestro desempeño especializado
dentro de la sociedad. Pero también a condicionamientos objetivados, pero muy
dependientes de la institucionalidad establecida y los poderes dominantes, como
son la apropiación de la verdad por instituciones públicas y privadas, los
desbalances de poder y las hegemonías comunicacionales, los sesgos que
establecen los intereses a que responden los medios, y las instituciones globales
y locales.
Trabajar por la democracia cognoscitiva
y comunicacional no significa emprender un camino imposible o anticientífico.
Ya se ha avanzado mucho desde los años setenta del siglo XX a la actualidad en
favor de una comunicación más efectiva y clara, el establecimiento de compromisos
éticos y para hacer visible la responsabilidad. La comunidad científica es un buen ejemplo de compromiso ético, y también una parte importante de
los Estados, y dentro de ellos las diversas instituciones de carácter
regulatorio, así como las universidades y otras organizaciones sociales. Es por
ese camino que se puede recabar una información más ponderada, clara y puesta
al servicio de la ciudadanía. Es decir, hay vías institucionales y sociales que
contribuyen a esa democratización.
Por otra parte, como ciudadanos, las personas tenemos el deber y el derecho de exigir que se nos presenten de manera clara resultados y argumentaciones. En el caso de las dos vacunas que nos ocupan, ambas entrañan penumbras no esclarecidas a la ciudadanía y procesos inconclusos en grados diferentes.
¿Es aceptable introducir en la práctica un resultado científico incompleto? No, pues sería mala ciencia.
¿Dentro de qué límites sería válido acelerar los procesos y hacerlos simultáneos en las últimas etapas? Un proceso rápido o en el límite de lo permitido no es una transgresión inaceptable. Debe ser revisado. No se excluye desde el punto de vista científico y ético la posibilidad de acelerar procesos en determinadas condiciones, pero su valoración no debería depender ni de periodismo especulativo ni de decisiones políticas y justificaciones de lo hecho. Deberá por el contrario estar centrado en el conocimiento científico, en las instituciones reguladoras y otros actores académicos que garanticen la buena ciencia, por una parte. Y por otra, es necesario no que se declare, sino que se demuestre que los resultados se encuentran en un grado de elaboración que garantiza seguridad y posibilidad de éxito.
No es menor en esta relación de prioridades, la estimación de cuán real es la urgencia de contar con una vacuna. Para una primera mirada es urgente porque mueren personas todos los días durante la pandemia y este es un hecho a considerar indudablemente. Pero se necesita dar un paso más a lo profundo de una evaluación global de la ponderación riesgo-beneficio para saltar etapas en procesos que durante años han garantizado la calidad de las vacunas con que cuenta la humanidad.
Finalmente, y no en último lugar, una vacuna preventiva se
aplica en personas sanas, de manera que al valorar las prisas y evaluar los riesgos
es necesario considerar también la correlación de riesgos de contraer la COVID-19
versus riesgos de aplicar una vacuna elaborada forzando los límites de los
procedimientos establecidos. La justificación de las prisas y el reconocimiento
de sus límites no es un problema trivial y debe ser atendido con máxima
seriedad.
Por otra parte, las sociedades
deberían estar informadas acerca de las cláusulas de los contratos, y muy
especialmente de aquellas que versan sobre la responsabilidad de quienes han participado en la investigación y la producción. Las cláusulas
de ese tipo no solo resultan éticamente cuestionables, sino que en la forma
específica podrían contravenir las normas internacionales establecidas.
Sobra con el ejemplo de la
talidomida y sus consecuencias para tener
certeza de que descuidar las garantías
de buena ciencia tras un medicamento o una vacuna, es un lujo que no nos podemos
permitir como humanidad.
Habilitar a la ciudadanía para
comprender estos problemas no es imposible, no se reduce a un acto de
información generosa, ni es algo de lo que se pueda prescindir. Se necesitan
acciones informativas y educativas. Además, a pesar de todos los desbalances y
problemas, el nivel de instrucción en el mundo actual permite y demanda que las
personas sean informadas en su nivel de comprensión y no mediante argumentaciones
incompletas y fallidas, sino con base en aquellas que respondan al estado de los
conocimientos de la manera más amplia y consecuente posible.
La argumentación bien
estructurada es un legado de la ciencia que las personas pueden y deben
utilizar para leer la prensa, formarse criterios y juzgar sobre estos temas. Los ciudadanos también debemos ser responsables y no dejarnos arrastrar por las primeras palabras sin juzgar la calidad de lo que se argumenta.
La secuencia de una argumentación consistente es muy sencilla: a la afirmación o negación que llamamos “tesis”, sigue un razonamiento acerca de ella, a lo que se añade finalmente un conjunto de evidencias que sustentan ese razonamiento. El error más común consiste en la omisión de las evidencias y presentar un razonamiento formalmente convincente, pero carente de validez y pertinencia. Y desde el punto de vista ético, la mayor transgresión se presenta cuando se selecciona arbitrariamente la evidencia que respalda la tesis, y se omite deliberadamente lo que la contraviene o refuta.
En cuestiones tan cruciales como estas las autoridades no deberían permitir la supuesta libertad de las transgresiones a la ética, mediáticas y políticas, mediante la selección arbitraria e intencionadamente de las evidencias. Son cuestiones básicas de responsabilidad pública que se violentan con frecuencia. No dejarse atrapar por este tipo de periodismo es también parte de la responsabilidad individual de cada persona.
Voces que deberían ser escuchadas
La pandemia retó la validez de
las organizaciones globales y los gobiernos, y ha puesto en entredicho y crisis
a muchas de ellas, así como a la capacidad para dar una respuesta global a
un problema de igual naturaleza. La evidencia más grande de la incompetencia generalizada
se ha manifestado en la opción por dar una respuesta local al problema global.
Ahora con el tema de las vacunas,
vuelven a plantearse las preguntas por la capacidad de los gobiernos y los Estados
para atender la crisis desatada por la pandemia, y la fragilidad de las instituciones
globales.
Sin embargo, no carecemos de institucionalidad
y voces que pueden contribuir a evitar que se cometan errores graves, y que ayuden a una adecuada información y educación ciudadana. Entre
ellas se encuentran las autoridades regulatorias en cada país, las asociaciones
científicas, las academias de ciencias, los estudiosos de la bioética en el mundo
y las redes de bioética. Un lugar especial corresponde a los comités internacionales
y nacionales de bioética, que tienen la responsabilidad pública de contribuir a
la promoción de una ética del cuidado, a la explicación de los dilemas, a la educación ciudadana y la comprensión
humana.
Guardar silencio es el mayor de
los errores, porque favorece la confusión, deja la ciudadanía indefensa, no
contribuye a la toma de decisiones por los gobiernos, y deja las manos libres a
quienes tomen caminos que pueden conducir a graves errores y consecuencias.
Estimada Dr. Carlos, amigo, en primer lugar te agradezco que arrojes luz entre tanta obscuridad, contradicciones, intereses e incertidumbres. Era necesaria la voz, que expresa al pensamiento, de un filósofo, en medio de los dimes y diretes de la comentocracia mundial, con el fin de ponderar los pros y contras de las controvertidas vacunas, y en particular de las dos a las que te refieres en tu análisis.
ResponderEliminarPor estas razones, compartido tus reflexiones en diversas redes sociales; sobre todo de académicos de Tabasco, y en un chat de médicos amigos, interesados por este tipo de reflexiones, y a los que he ido aportando ideas y contenidos del Pensamiento complejo. Recibe mi afecto!
Muchas gracias, este es un esfuerzo común al que todos podemos contribuir, y lo que haces contribuye mucho al bien común.
ResponderEliminarSaludos.
Buen artículo Carlos, sobre todo porque está escrito desde la posición neutral de la ciencia y no de la política. Desgraciadamente, el problema de la vacuna y de la misma Covid ha sido muy politizado. Una oportunidad para el dialogo de saberes, como mismo tú dirías, se ha convertido en arena de confrontaciones. Muchos, más que ver el todo, se encariñan dañinamente en las partes. La búsqueda de la victoria de la humanidad para lo cual la palabra de orden es la solidaridad, no necesita de victorias parcelares. Si fuera así todos los éxitos -de quien sea en ese camino- tuvieran buen crédito y una critica que más que resaltar el lunar lo desvanecerían, como diría Martí. La oportunidad de la unidad llegó, y ojalá y no se pierda del todo.
ResponderEliminarCierto. Fíjate cómo la prensa en este caso creo un problema donde no existe. Los rusos registraron la vacuna, lo cual es un requisito legal para pasar a la fase 3, y la prensa convirtió "registro" en "aprobacion". En realidad las dos vacunas están dentro de los límites de la línea roja, no la han tocado, pero la prensa se lanzó y al crear un problema donde todavía no existe, dejo a un lado el análisis constructivo de los problemas reales cuando se esta llegando al borde de la línea roja.
EliminarGracias por compartir ideas.
Esto demuestra la influencia real de los liderazgos -en este de caso de los negativos- con Trump al frente de la Casa Blanca. Su vulnerabilidad como líder se convierte en la agresividad del tigre herido. Culpa a todos y no reconoce su culpa. Y convida a sus "fieles seguidores", a
Eliminarque tomen medidas de descrédito contra todos sus oponentes en una lid de confrontación que ellos mismos dicen aupar. Las esencias están allí donde no se ven. Y hay que enseñar a la gente que lo simple manifiesto fenoménicamente, puede conducir a la manipulación de las esencias. Hoy no se tratan de esconder las esencias, tratan -lo cual sí es grave- de negar su existencia. En fin, las vacunas no son tales a los ojos de esas ambiciones absorbentes.
Muchas gracias Carlos!!
ResponderEliminarGracias Carlos por tu oportuna reflexión. La realidad se impone y verdaderamente la politización y el manejo interesado de la salud por parte de muchos gobernantes evidencia la imperiosa necesidad de un pensamiento complejo profundamente ético que nos permita entender que somos seres humanos con un mismo destino en el mismo planeta. En cuestiones de información, participación, responsabilidad y decisión aun tenemos muchos espacios por defender y riesgos que asumir.
ResponderEliminarNecesitamos aprender a leer esa prensa que lo desvirtúa todo, desde un pensamiento crítico que no renuncie a la ciencia como uno de sus ejes básicos.
ResponderEliminarGracias por el dialogo.